12 enero 2014

El amor de un padre

A veces el amor de un padre es mucho más duro que el de una mujer. O al menos eso me dice mi experiencia. O al menos eso veo que pasa entre padres e hijos. Diferente al de madre-hijo o al de padre-hija.


Me quedo con esa imagen de Vicente y sus casi 64 años. Metiéndose en ese territorio medio desconocido que es Google y viendo todos esos indígenas con pasamontañas. Sintiendo eso que sentimos todos la primera vez que los vemos y no sabemos su historia.

Si bien podría contar infinitamente la cantidad de veces que vi a mi viejo cansado para llevar la comida a casa, por esa cuestión insaciable del ser humano, uno siempre quiere más y busca esos momentos en que el cariño brilla más fuerte aún. Y ahí me acuerdo de mi secundaria, cuando fui abanderado o, tal vez, escolta, y vi con mis ojos más frescos a mi viejo llorando . Hoy con mis ojos más cansados veo también que había faltado al trabajo y que eso no siempre es fácil. 

También recuerdo la defensa de mi tesis de Licenciatura. Su tronco erguido y su mirada directa a mi exposición para darme confianza. Y también mi mirada esquiva porque si lo llegaba a ver llorando como cuando había sido abanderado me iba a desconcentrar. O a decir verdad, creo que me iba a emocionar, ¿por qué no admitirlo?

Podría contar también la vez que con 17 años lo llamé llorando desde mi viaje de egresados porque nos habían robado la plata. Y con más vergüenza aún ese 24 de febrero de 2012 cuando con casi 26 años lo llamé llorando desde Bolivia lleno de desilusión y extrañando a mi país. En ese momento recordé el mismo llamado de los 17 años y recuerdo que recuerdo su preocupación para que pueda sobrevivir las dos semanas restantes en territorio boliviano.

Pero traigo todo esto para contar uno de los momentos lindos del viaje. Para ser más exactos, el 8 de enero a las cinco y algunos minutos de la tarde. Cuando con su mensaje de texto que decía un simple "Hola", me decía que estaba preocupado porque no hablábamos desde el 31 de diciembre a la noche. Y todo eso a pesar de que el 1° de enero le había dicho por mensaje que no iba a volver a llamar por unos días porque me iba con los zapatistas. 

Marqué el 00-54-11 como tantas otras veces:

- Hola

- Hola - dije como un llamado más y esperé - Hola, ¿cómo va? Soy yo.

- Hoooooooooola... ¡Feliz año nuevo! - Respondió feliz y recordé que aún no nos habíamos hablado en lo que iba de 2014 - Estuve meta cortar clavos estos días. Pará que te paso con la abuela que me voy a poner a llorar.

Y con esa frase me descolocó totalmente. Mi cabeza viajó a mi llegada de Bolivia después de casi 100 días. Su cara de felicidad, su abrazo emocionado diciéndome "Feliz cumpleaños" como si él hubiera tenido alguna culpa de que un mes antes yo hubiera pasado mi cumpleaños lejos de la gente que quiero. "Mirá que flaco que estás", agregaría durante el abrazo, como seguramente lo habría hecho mi mamá.

Mi cabeza volvió al 2014 y conversé con la abuela que me dijo que papá había estado preocupado y después volví a hablar con él. Me contó que había googleado al "EZLN" y al "Subcomandante Marcos", como sugerí desde allá (a mi vuelta también demostraría conocimiento e interés sobre el 1° de enero de 1994 y Chiapas para mi grata sorpresa). "A dónde se fue a meter este pibe", me diría que había pensado al ver por intenet a tanta gente con pasamontañas. Y finalmente terminó con un sabio: "Pero bueno, si te hace feliz".

Y así colgué el teléfono en San Cristóbal de las Casas. Y me sumergí en la soledad de mi viaje de mochilero. Caminando por las vereditas coloniales de "San-Cris", haciendo y respondiéndome las infinitas preguntas que buscamos y nos hacemos los viajeros solitarios. Disfrutando profundamente de ese momento de emoción que siempre busco en los momentos de aventura.

Y pensando me di cuenta que el amor de un padre está muchas veces en esas cosas que uno no ve. En sus infinitas preguntas acerca de por qué carajo me tenía que ir a Bolivia para hacer una tesis. O qué carajos es una tesis y si realmente lleva tanto tiempo. O en aprender a hablar por Skype porque su hijo se va 45 días a Brasil, y querer hablar media hora todos los días.

En este caso me quedo con esa imagen de Vicente y sus casi 64 años. Agarrando un papelito con las palabras claves anotadas: a) Ejército Zapatista de Liberación Nacional, b) Caracol Morelia, c) Subcomandante Marcos y d) Manifiesto zapatista en Nahuatl. Metiéndose en ese terreno medio desconocido que es Google y viendo a todos esos indígenas con pasamontañas. Sintiendo eso que sentimos todos la primera vez que los vemos y no sabemos bien su historia. Me lo imagino pensando quién carajo mandó a su hijo a eso. 

Y finalmente me lo quiero imaginar también respondiendo: "Y bueno, salió a la madre".

1 comentario:

  1. Me encanta esa pasión que tenés por lo que hacés Damián, y me gusta más aun que te des el tiempo para bajarlo a un blog. Ojalá también lo tengas en papel, para mirarlo con nostalgia a futuro. Que orgullo para sus viejos, muchacho. Ambos.
    Un abrazo! Caro Composto.

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