28 mayo 2014

Bolivia y la chica de ojitos claros

Cada poco, algún interlocutor me pregunta: "¿Por qué Bolivia?". Y ahí cuento mi paso por Bolivia para llegar a Machu Picchu, mi viaje relámpago de Arequipa a La Paz para ver la asunción de Evo Morales esquivando un paro de transporte, mi noche en un fogón en Tiwanaku bailando cumbia y tomando "té con té", y mi amanecer entre decenas de pueblos indígenas para ver la asunción simbólica de "el Evo" en esa ciudad ancestral.

Esa es la verdad. Pero es una parte de la verdad.


"¿Me pasás una foto de tus ojos para poner en la historia?", le pregunté pensando si no quedaba muy gil.

Tras terminar de estudiar periodismo en TEA, sentía seguir estudiando. Sin tener la más mínima idea, los amigos Fafo y Maísa insistieron para que completara la cursada con un Ciclo de Licenciatura en Periodismo en USAL. Yo no sé si a todos les pasa que no tienen mucha idea de dónde estudiar las carreras no clásicas. A mí me pasó con periodismo y, siendo el primer universitario de la familia, a los ponchazos fui avanzando.

En ese primer año volví a cruzarme a otros egresados de TEA y la volví a ver a ella. Durante todo un año la miré pasar en los recreos junto a su grupo de chicas lindas. La chica de ojitos claros tenía perfil bajo, pero debía saber que llamaba la atención. Cuando iba sola, caminaba mirando el piso, como avergonzada, como sabiendo que todos la estábamos observando.

En nuestros debates masculinos, Cristian y yo decíamos que era la más linda de la facultad. Nico apoyaba y Fede podía acordar. Recién al final de año, un amigo de Publicidad me pasó su mail. En ese momento el MSN tenía la hegemonía del chat -para entonces yo pensaba que el MSN nunca iba a desaparecer- y tener el mail era poder hablarle. Por supuesto que no le iba a hablar en un recreo. Ella era el centro de todo con sólo una camisa a cuadros y un jean. En cambio, mi fuerte era el chamuyo y, además, soy muy cagón y no me gusta el rechazo. Cuestión que un día apareció conectada:

DduP: Hola, curso con vos en USAL.

OC: Sí, te vi en algún recreo.

"Me vio -pensé- Tengo chances."

DduP: Estudiás Publicidad, ¿no?

OC:

Durante los primeros meses del segundo año probé robarle una charla. Qué triste: robarle una charla. Peor aún, Ojitos Claros demostró tener una alta capacidad para los monosílabos y nunca lo conseguí. Una persona más o menos inteligente habría abandonado, pero no suele ser mi caso. ¿Cuántas veces habré leído "Lo imposible sólo dura un poco más"? Un día la agarré con la guardia baja y pasó del "Hola", "Sí" y "No" a un ida y vuelta. Era mi oportunidad y tenía que aprovecharla para poder tener una próxima vez. No sé bien cómo decidí describirla sin conocerla. Se ve que no estuve tan errado porque se quedó sorprendida y se despidió con un "Hablamos otro día".

Las charlas por MSN se volvieron diarias. Casualmente ella también comenzó a hacer tiempo todos los días antes de entrar a la facu y nos cruzábamos. Tan sólo pensar que la iba a ver, me daba más ganas de ir a estudiar. Ocasionalmente tomábamos un café en los 10 minutos antes de entrar a clases. "Shhhh! ¿Qué tomo yo?", me retó la segunda vez. "Una lágrima, perdón, me confundí", respondí muy domesticado.

Y tanto va el cántaro a la fuente que una vez aceptó ir a tomar algo que no sea café y fuera del ámbito de la facultad. Eran las vacaciones de invierno y hacía un frío terrible. Calcule amigo: de fin de año facultativo a las vacaciones de invierno siguiente... Alto remador. Quedamos en tomar una cerveza en Shamrock. Bueno, dos cervezas en Shamrock. OK, terminaron siendo tres porque ella quería invitar una. Se hacía tarde y me ofrecí a acompañarla al auto. "Esperame que paso al baño", pidió. La esperé unos minutos. Salió mirando el piso, me tomó la mano para ir a la puerta y en el remolino de la alegría del after office, dio media vuelta y me besó. Yo no sé cuántas veces habré "chapado", pero pocas veces busqué tanto un beso y pocas veces un beso me silenció tanto el mundo.

Salí del bar flasheado. Estábamos en Rodríguez Peña y Santa Fe, y su auto estaba "a unas cuadras". Terminamos caminando hasta Puente Pacífico de la mano. "Fueron como 40 cuadras", le reclamé al otro día. Pero para ser sincero, amé ese recorrido infinito. Cada pocos pasos parábamos en el medio de la vereda y me besaba. O nos metíamos en ese lugarcito de las casas viejas que queda entre entrada y puerta. ¿Ése es el zaguán? Uno de esos besos marcó para siempre la esquina de Coronel Díaz y Arenales.

Salimos algunas pocas veces más. Nos recuerdo faltando una vez a clase y pasando las cuatro horas en una plaza. Y una vez que me fui antes de clase solo, porque Fafo no me hizo el aguante, para encontrarme con ella y sus amigas en El Álamo. "No puedo creer que te animaste a venir solo", se sorprendió. Eran cuatro y además yo era más chico... Ponele que fui valiente. Y valió la pena porque me acarició la mano por debajo de la mesa durante las dos o tres horas que estuvimos en ese bar que le ponen algo raro a la cerveza y después terminamos totalmente ebrios en un boliche sobre Scalabrini Ortiz. Hoy doy clases en Scalabrini y Santa Fe y un par de veces intenté calcular a cuántas cuadras estaría ese lugar.

Sin embargo, la cosa no prosperó. Ojitos Claros enfrió todo y a pesar de que ejecuté con paciencia mi guerra de trincheras -¡y sin conocer a Gramsci!- nunca pude terminar de romper esa barrera. "Todo bien, pero no voy a ser tu amigo del MSN", le dije un día. Fue una de las últimas veces que hablamos. Casualmente dejó de tener que hacer tiempo en la puerta de la facultad. La última vez que la vi fue en la fiesta de egresados con otro chico. Todavía siento el ruido: "crash".

Para esa época ya era fines de octubre o noviembre. Y mi amiga Lau comenzó a hacer lobby para que dejara de ir de vacaciones a la costa y conociera otros lugares. A la quinta vez que me insistió, pensé en el "crash" y le respondí: "Está bien, me convenciste, me voy a la mierda de mochilero solo al norte". Fue una de las mejores decisiones de mi vida. El viaje por Tucumán, Salta y Jujuy me transformó. Me sobró tiempo y con un conjunto de otros mochileros solitarios decidimos ir dos días a Potosí. Fue ahí a cuando conocí la precariedad de Bolivia y vi las condiciones en que trabajaban los mineros: caras de hombres de 40 años que en verdad tenían 20. Y así, decidí que mi próximo viaje sería a Machu Picchu cruzando Bolivia. El resto ya lo conté.

La primera parte de la historia termina acá. Y, de algún modo, busca responder a la consulta de varios educandos cuando llegan al momento de hacer su tesis: "No sé que puedo tomar como objeto de estudio". Bolivia y Gramsci han sido los objetos de estudio que elegí para hacer mi tesis de maestría. Por supuesto que el final de un Master contempla un recorrido más largo que el de una Licenciatura y, por lo tanto, mayor capital académico; pero el objeto de estudio no es más ni menos que eso que nos ha interesado durante tanto tiempo o aquello que aparece súbitamente y nos lleva puestos. Escoger un tema de tesis es la primera y la más importante elección. El éxito de la tesis está ligado a una buena elección del objeto. Finalmente será eso lo que nos va a dar fuerzas y ganas de sentarnos a leer y escribir. Y el objeto de estudio siempre estará ahí. Sólo hay que abrir los ojos. Un objeto de estudio puede esconderse detrás de una chica de Ojitos Claros.



*  *  *  *  *


Hace unos días subí La No Introducción de mi tesis a Facebook. Varios amigos le dieron "Me gusta". Y, para mi sorpresa, entre ellos estaba Ojitos Claros. Y para hacerlo más genial -porque la vida, en el fondo, es genial; sólo hay que dejarla ser- me preguntó por inbox: "Cuando la termines... Si no es que ya la terminaste, me dejás leer tu tesis?". Le advertí de qué trataba: "¿Seguís teniendo ganas de leerla?". Les pego su respuesta:

jajaja sí sí, obvio que tengo ganas

me súper interesa

además me interesa un montón tu experiencia en bolivia

y como lo llevas a la tesis así que.. por eso te la pido

Hablamos un rato más y le pasé el primer capítulo sobre La hegemonía en Gramsci. Agregué también un artículo sobre "El diablo y el periodismo". A partir del tercer día la charla se volvió diaria durante una semana. Como cinco años antes, pero por Facebook. Al octavo día le pregunté si no quería ir a tomar una cerveza, que iba a ser divertido volver a vernos después de tanto tiempo y me respondió que sí. "Vamos a Shamrock", intenté activar. "Mejor vayamos por Palermo", me cortó.

Hacía cinco años no la veía. Su cara tenía más arrugas, sus ojos estaban aún más azules y seguía siendo preciosa. Y con más vida vivida. Y a algunos hombres nos encantan las mujeres que han vivido mucho. Me dijo que el chico de esa fiesta se había transformado en su novio. Tragué saliva. Que lo conocía desde antes que a mí y que yo la había confundido, pero estaba enamorada de él. También me dijo que había crecido mucho laboralmente y se había ido a estudiar afuera. Que allá había conocido a otro chico y a la vuelta se había peleado con su novio. Y después, a la distancia, con el otro chico no funcionó. Tragué saliva. Y que ahora estaba pensando en irse a vivir afuera. La yapa fue que había dejado de ser macrista: "Me gusta cómo gestiona, pero no gobierna para los pobres. Y creo que ahí hay que dedicar los mayores esfuerzos". No hace falta explicarles lo que esa frase me provocó.

Terminamos de tomar la segunda cerveza invitada por ella. "Hablame más de Gramsci. Había escuchado algo de él a través de mi abuelo que es italiano y me gustó lo que leí en tu tesis", me dijo sacándome otra sonrisa. Hablé del intelectual durante media hora, intentando dejar de lado el "heroico furor" que me provocan sus Cuadernos de la cárcel. Intenté no ser denso, cambié de tema y pedí una tercera cerveza. El mozo dejó la Stella congelada, como en las películas, como cuando podés escribir tu nombre en el vidrio. Como una nena, comenzó a despegar la etiqueta. Fue en ese momento cuando simplemente me salió: "Nunca te lo dije, pero, ¿sabías que parte de haber tomado a Bolivia como objeto de estudio te lo debo a vos?".

Se quedó callada. Sus mejillas enrojecieron, tiró medio sonrisa y se volvió a inmutar. "No, nunca me lo dijiste. Contame", devolvió. Le respondí que había sido un secreto durante cinco años y que me daba vergüenza. Volvió a insistir: "Eso no se le hace a una mujer. Con lo que nos carcome la ansiedad". Le respondí sarcástico que nunca lo habría imaginado. Se hizo un nuevo silencio y tuve que hacer un esfuerzo enorme para resistir esa mirada celeste que me perforaba los tímpanos. Sí, claro, los tímpanos. Las miradas así enmudecen el mundo. De hecho, sentí que me miraba igual que esa tarde en Shamrock, hacía cinco años. Y simplemente, y nuevamente, me salió:

"No te lo voy a contar Ojitos Claros, pero, si me regalás un beso, te lo puedo escribir".

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