22 marzo 2015

Los mbya guaraní: entre las raíces y la aldea global

A diferencia de otros pueblos originarios, tienen una buena relación con el gobierno local y cuentan con la propiedad comunitaria de sus tierras, agua potable y luz. Al igual que en la ciudad, los chicos son nativos digitales y pasan sus días entre la televisión por cable y los smartphones.

Tamandua queda a 14 kilómetros de la ciudad misionera de 25 de mayo. Cuando llueve el camino de tierra colorada se vuelve intransitable. Si no fuera por la 4 x 4 del municipio y la destreza del intendente, nunca podríamos haber llegado a la comunidad.

“Si nos caemos acá no salimos más, che”, dice tranquilamente el conductor que pega volantazos y hace patinar la 4 x 4 que avanza en diagonal. Jorgelina Duarte -o Jachuka Rete, según su nombre originario- grita en guaraní y yo, que no sabía si sacar fotos o preocuparme, comienzo a guardar la cámara para agarrarme del apoyabrazos. La anécdota no es menor: el chofer es el intendente del pueblo 25 de mayo, Omar Wdowin, lo cual muestra la estrecha relación entre yuruas e indígenas.

La comunidad mbya guaraní de Tamandua nos recibió con lluvia y los 14 kilómetros de tierra colorada que la separan del pueblo se vuelven intransitables hasta para la camioneta todoterreno del “vaqueano” jefe municipal. Tras 20 minutos de travesía, las casitas de madera prefabricadas comienzan a aparecer a ambos lados del camino entre el verde y el rojo del paisaje.

“La situación de los mbya guaraní de Tamandua es especial -explica la maestra Jachuka Rete-. Tenemos la propiedad del territorio, tierras fértiles, acceso a agua potable y una buena relación con los yuruas. No en todos los pueblos indígenas siempre es así”. Efectivamente, hace más de 40 años que la comunidad está en estas tierras. Tras el estatus de reserva, ahora tienen la propiedad comunitaria, un derecho al cual no todos los pueblos indígenas pueden acceder.

Ariel tiene 34 años y comenzó el curso de Promotor Indígena Agroforestal. Tiene el sueño transformar el modelo de producción para mejorar la soberanía alimentaria de la comunidad. En su chacra planta maíz, sandía, zapallo, calabaza, porotos, orquídeas y moras. No usa fertilizantes, sino técnicas naturales: combate las plagas sembrando variado y evita plantar en luna nueva porque daña los cultivos.

Tamandua está conformada por unas 30 familias y 190 personas. Como en tantas comunidades, el calor indígena inunda al viajero y el tiempo desaparece. Tanto, que en las casas no hay relojes y el sol estructura la duración de la jornada. La señal de teléfono apenas llega y los celulares dejan de ser teléfonos para convertirse en pequeñas consolas de video juegos. Contra el imaginario popular, los smartphones y las notebooks rompen la brecha digital con la ciudad y, al igual que en la ciudad, los chicos son nativos digitales.


Alcides Ferreyra tiene 39 años y hace tres es el cacique de Tamandua. Su objetivo es mejorar la educación: "El desafío es que los chicos puedan terminar sus estudios y vuelvan a Tamandua. Como médicos, abogados o una profesión que aporte a la comunidad. Yo quiero que la comunidad tenga fuentes de trabajo. Que no sea creadora de mano de obra para otros, sino para nosotros mismos".

Con sólo 14 años, Luz es una de los jóvenes guaraní que estudia durante la semana en Aristóbulo del Valle -la otra ciudad cercana que queda a 30 kilómetros- y, vuelve los sábados y domingos a la comunidad para pasar tiempo con su familia. La adolescente es un fiel reflejo de las nuevas generaciones indígenas. Lejos de la imagen pintoresca del taparrabos, usa jeans rotos y tiene las uñas pintadas de celeste y violeta. Es hija de la globalización: su cuarto está empapelados con posters de “One Direction” y el año pasado recibió la netbook del programa Conectar Igualdad cuyo disco rígido está lleno de videos de los “1D” con letras traducidas al español. “Yes, I speak English”, responde y luego aclara que recién está aprendiendo.

Tenía razón Marshall McLuhan cuando hablaba de una “aldea global”: la tecnología ha impactado fuerte en las nuevas generaciones de guaraníes. ¿Qué sucederá en la cabecita de una nena de 5 años que escucha Disney Channel en castellano y comenta las aventuras de Mickey Mouse con sus hermanas en guaraní? Los mayores perciben estos cambios respecto a su niñez. Es el caso de Sabina Duarte, promotora indígena de salud y madre de siete hijos: “Son más vagos ahora. Estudian, pero no quieren hacer nada más en la casa. Yo ayudaba mucho a mí mamá. A la mañana iba a la escuela y a la tarde, sin problemas, teníamos que ir a la chacra. Nosotros mismos ya les damos muchos gustos a ellos”.


Tras la lluvia del primer día, el arroyo que da nombre a la comunidad amaneció frío y sucio. Con los días, el agua se iría templando y volviendo cristalina. Después del almuerzo los niños se juntan en la corriente de agua que también ayuda a sofocar el calor misionero.

A la tarde levanta la temperatura y el arroyo que da nombre a la comunidad es el punto de encuentro de los niños. El agua es templada y el suelo, de piedra, hostil para los pies. Ubicado al pie de una pendiente de cinco metros, los chicos se tiran como bombas y se dejan llevar por la corriente 30 metros abajo. A esa altura, dos mujeres lavan la ropa como en la vieja escuela. Decimos “vieja escuela” porque en la mayoría de las casas guaraníes hay lavarropas. Lo peor del arroyo es el mbutu, una mosca grande que pica fuerte, habita a los márgenes y obliga a retirarse rápido del lugar.

Los bichos son omnipresentes y los cuerpos viven picados. Las cucarachas pierden el protagonismo que las hace brillar en la ciudad y son un punto más del paisaje. La noche se “embicha” aún más y, a lo lejos, las ranas y los grillos musicalizan la salida de la luna. A lo cerca, diferentes insectos voladores se emborrachan con las lamparitas hasta desfallecer, mientras que algunas arañas aparecen en las paredes. En la comunidad hay tanta vida que aún se pueden ver luciérnagas correteando por la oscuridad.


La movilidad es el principal problema de Tamandua. Los remises hasta la ciudad cuestan 200 pesos y no siempre quieren hacer el viaje. Cuando llueve o cuando hay un enfermo de urgencia, los 14 kilómetros de camino de tierra colorada son un factor de exclusión.

Sin embargo no todas son buenas en Tamandua. A pesar de los avances, la movilidad por cuestiones de salud es una cuenta pendiente. Si bien vienen médicos de la ciudad a realizar chequeos periódicos, no hay una ambulancia o vehículo que pueda llevar a los enfermos de emergencia. También faltan medicamentos y elementos de primeros auxilios como gasas y alcohol.

La comunidad de Tamandua es ejemplo de cómo se pueden respetar los derechos indígenas que figuran en el artículo 75 inciso 17 de nuestra constitución. Tienen la propiedad comunitaria de sus tierras, gestionan sus recursos naturales y los chicos tienen acceso a una educación intercultural. Queda pensar el impacto de la globalización en su cultura. A contracara del sufrimiento de los pueblos qom, wichí o mapuche, los mbya guaraníes de Tamandua muestran que otro tipo de convivencia con los indígenas es posible. Y que esto depende de los gobiernos.

2 comentarios:

  1. Se entiende que quieran que sus hijos estudien para luego tener acceso a una mayor variedad de ofertas de trabajo. Sin embargo ¿No es este exilio de los jóvenes algo corrosivo en el aspecto comunitario? En igual manera parece serlo el impacto de la globalizacion que mencionas. El estilo de vida comunitario fue y sigue siendo uno de los rasgos que compartieron la mayoría de las culturas Americanas. Y la destruccion de este estilo de vida muchas veces trajo aparejado la destrucción de la cultura misma. Cuando en Estados Unidos el gobierno comenzó a expandirse hacia el oeste luego de la guerra de independencia, se vio envuelto en muchos conflictos con los nativos americanos que habitaban esas tierras. Una de las mejores estrategias para llevar a cabo esta expansión, aparte de la violencia, era lotear los territorios nativos y volverlos a estos propietarios. La propiedad privada, idea importada de Europa, tuvo el poder de destruir muchas comunidades al igual que el whisky de contrabando y otras costumbres blancas. Menciono esto ya que creo que en su afán de integrarse a nuestro modo de vida terminan destruyendo el suyo. Son preguntas delicadas. Claro que la igualdad de derechos no debe entrar en cuestión. Muy interesante la publicación.

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  2. "Menciono esto ya que creo que en su afán de integrarse a nuestro modo de vida terminan destruyendo el suyo".

    Me alegra mucho que hayas leído justo lo que quería transmitir: esa contradicción entre "progreso" y raíces culturales. Pero vos también das la respuesta que yo encuentro: "Son preguntas delicadas. Claro que la igualdad de derechos no debe entrar en cuestión". Es un tema complejo, muy, donde abundan los cuestionamientos y las preguntas.

    Y creo que en este caso, sólo podemos escuchar.

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