28 enero 2016

Gramsci: el intelectual orgánico

Tal vez sea porque en algún momento descubrí que la vida no era tan simple como pensaba. No lo sé. Pero la cuestión es que admiro a las personas que teniendo nada, llegan a tener mucho. O, mejor dicho, que viniendo desde abajo logran algo que sus condiciones estructurales no permitirían imaginar. Algo así me pasa con Pablito Lescano. Con "el Chino" Maidana. Y justamente esto refleja mi heroico furor por Antonio Gramsci


El "teórico de las superestructuras" nació en la isla italiana de Cerdeña el 22 de enero de 1891. Ya la infancia del intelectual fue difícil: nació en una familia pobre, con un padre ausente por arresto y en un cuerpo enfermo. Su juventud y adultez tampoco serían fácil: ganaría una beca para estudiar en la Universidad de Turín que debió abandonar por cuestiones económicas y de salud, fue derrotado políticamente, encarcelado injustamente por el fascismo durante 10 años y nunca conocería a su segundo hijo.

¿Se les ocurre algo peor para un hombre?

Y, sin embargo, cuando cualquiera habría tirado la toalla, él pensó. Y lo escribió. Y lo hizo bien. Desde la cárcel. Pensando en los que menos tienen. Y no regaló caramelos ni fue un demagogo. No. Su leit-motiv fue, sin duda, crear un l'ordine nuovo lejos de la desigualdades del capitalismo. Su objetivo fue contribuir a mejorar la vida de las clases subalternas y de los oprimidos desde el pensamiento y la praxis política. 

Mejor aún, en sus Quaderni del Carcere teorizó cómo llegar a una sociedad mejor en sociedades con capitalismo avanzado a través de la hegemonía, su concepto político más importante. Y, en ese camino, se peleó con todo aquello que su moral no considerara ético: desde Benito Mussolini hasta los medios.

Gramsci murió como nació: pobre y sin dientes, producto de una periodontitis expulsiva. Muríó a los 46 años tras una vida dedicada a la política. Y al comunismo, el modelo económico que el creía más justo. Si el fascismo quería impedir que "este cerebro funcione por 20 años", el intelectual sardo venció. A casi ocho décadas de su muerte, sus Cuadernos de la Cárcel  siguen siendo leídos, su obra es obligatoria para quienes deseen un mundo menos injusto y su vida es testimonio de lucha.

Por todo eso, a 125 años de su nacimiento, muchas gracias Nino.

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