29 octubre 2016

Desarrollo con-ciencia

El prestigioso economista Aldo Ferrer lo explicó hace ya varias décadas en su clásico libro La economía argentina: "En el pasado, el poder de los países dependía principalmente de la magnitud de los factores tangibles, territorio y población. La revolución industrial generó una fuente intangible de acumulación de poder: la ciencia y la tecnología y sus aplicaciones a la producción y la organización nacional. (...) Las posiciones de dominio y subordinación en el sistema internacional dependieron, de allí en más, de la capacidad de cada sociedad para generar y aplicar el conocimiento dentro de su propio espacio y organización social".

Para el autor, esta situación termina de consolidarse en 1945 cuando el poder destructor de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, y el desarrollo tecnológico demostraron que la asimetría en la capacidad de producir conocimiento científico amplió la brecha entre los niveles de vida y renovó los mecanismos de dominación. En síntesis: a más desarrollo científico y tecnológico, y consecuente aplicación de sus avances en el tejido social, mejores condiciones de vida y más soberanía respecto al resto del mundo.

"No nos obliguen a irnos. Quiero hacer ciencia en mi país", pide un cartel con forma de avión. El 26 de octubre, miles de científicos y trabajadores de la educación convocaron frente al Congreso para reclamar que no se ajuste en ciencia y tecnología.

Esta larga introducción para volver a poner el foco en una noticia sobre la cual los medios y el establishment periodístico no están reaccionando con la indignación suficiente a las penosas consecuencias que va a generar: el recorte en ciencia y tecnología en el presupuesto de 2017Si bien Nora Bär, en La Nación, y Juan Brodersen, en Clarín, lo han explicado con claridad, hay que volver a repetirlo porque, como dijimos, no hay tanta cobertura mediática como el tema lo merece: mientras entre 2009 y 2015 el monto invertido varió entre el 0,7 y el 0,8 por ciento del presupuesto nacional, para el año que viene habrá un descenso al 0,59 por ciento. Un recorte, un ajuste o como quiera llamarlo. Lo que es claro es que el Presidente Mauricio Macri nos está marcando que para su Gobierno no es ni será importante el desarrollo científico.

Raro, porque Cambiemos fue muy claro en sus promesas de campaña: "Vamos a más que duplicar la inversión en ciencia y tecnología, a 1,5% del PBI". ¿No me cree? ¿Sigue sin creer? No hay peor ciego que el que no quiere ver: aquí está la promesa del Presidente en Facebook del 30 de octubre de 2015. Una mentira más.

¿Qué significa este ajuste? Menos cantidad de becas para jóvenes científicos, la fuga de cerebros de profesionales ya formados, más dependencia del conocimiento científico del exterior y menos insumos para quienes aún puedan seguir ejerciendo la ciencia en el país. Veámoslo más claro: menos investigación para encontrar la cura al VIH, menos investigación para curar el cáncer de mama y menos investigación para prevenir diarreas bacterianas infantiles. Fíjese usted mismo lo que investigan nuestros científicos.

Si a esto sumamos la quita de retenciones al sector agroexportador y la megaminería, la crisis que atraviesa el sector industrial y el megaendeudamiento de 2016, la ecuación es clara: estamos volviendo a la primarización de nuestra producción y a la dependencia externa. Dicho sea de paso: ninguna novedad para quien ha sabido leer el sesgo ideológico del actual Gobierno.

En 1994, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, mandó a los científicos a "lavar los platos".
Los argentinos tenemos un serio problema en aprender de los errores nuestra la historia.

"Saber algo. Hacer algo con lo que se sabe", reza el nuevo (y cínico) spot del diario Clarín. ¿Por qué citamos al multimedios? Porque, como tantas otras malas noticias de 2016, los grandes medios aliados al macrismo han decidido tapar el ajuste de la ciencia. ¿No me cree? Compárelo con el bombardeo sobre no sé qué de la actriz Andrea Del Boca que rebota desde El diario de Mariana hasta Intratables. Si durante el kirchnerismo la puja entre los medios masivos y el Gobierno nos permitía conocer al dedillo todos los casos de mala praxis y corrupción -lo cual estaba muy bien-, hoy esos mismos medios nos (des)informan ocultando.

Digámoslo aún más claro. Si no sabemos que la ciencia es importante para el desarrollo de un país. Si no sabemos que las potencias del mundo invierten un alto porcentaje de su presupuesto en ciencia. Si no sabemos que hoy en Argentina hay un ajuste en ciencia. Si no sabemos que el miércoles 26 hubo una gran movilización de científicos contra ese ajuste. Si no sabemos todo eso, ¿qué vamos a hacer? Y la misma pregunta cabe para muchas otras cuestiones: si no sabemos que aumentó fuerte la pobreza, el hambre, la gente en situación de calle o si no sabemos que los que más tienen ganan más y los que menos, menos.

¿Es culpa de los que no saben? No. Es culpa de los que sabemos y no hacemos todo lo que podríamos hacer para que el resto también sepa. Es culpa de los que sabemos y no queremos pagar los costos del pensamiento crítico. Justamente de allí parte nuestra premisa: visibilizar para saber y saber para transformar. En este caso, también es culpa de los propios científicos que, no pocas veces, están demasiado lejos de "la gente". Sí, son tan inteligentes que están demasiado lejos de "la gente".

Presupuesto invertido en ciencia según el porcentaje del PBI. Imagen elaborada por Julián Gargiulo en base una propuesta por Mauricio Macri.

En su nota de 2001 "Cuando seamos ricos, haremos ciencia", el presidente de la Fundación Sales -una institución que apoya la ciencia y la cultura-, Arturo Prins, concluía: "En las economías del conocimiento, como diría Houssay, los países ricos son ricos porque investigan. Nosotros todavía creemos que cuando seamos ricos haremos ciencia".

Como tantas otras veces en su historia, hoy la Argentina vuelve a discutir el modelo de país que quiere para su futuro: si uno que camine hacia el desarrollo, con relaciones simétricas con el mundo y, que defienda la solidaridad y la equidad; o si, en cambio, otro modelo que nos posicione como exportador de materias primas, subordinado a los intereses de los círculos financieros internacionales y con una fuerte desigualdad interna.

Los caminos son bastante claros. Y cada uno de nosotros tomará una posición. Después nadie podrá decir que no sabía ni indignarse preguntando: "¿Qué nos pasó?".

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