20 julio 2016

Relatos de un mundo de mierda

El cartonero y el mal alumno
20 de julio de 2016

Bryan tiene 12 años, es bajito y morocho. Tiene corto wachiturro y suele usar ropa deportiva. Su comportamiento en el aula no es bueno: medio rebelde, se niega a trabajar muchas veces, se distrae fácilmente y suele ser inquieto. Sus notas son un desastre porque generalmente entrega en blanco. Si bien no es líder, suele burlarse del resto. Incluso de mí que soy su profesor. Lo único que destaco de él es que nunca falta a clases. Muy lejos del esfuerzo que dediqué al colegio cuando tenía su edad.

Hoy lo vi a Bryan caminar por la calle. Llevaba un carrito y revolvía la basura. Me sentí como el orto.

Escrito por mi amigo Ariel, docente de educación media



La abuela y el pan
18 de mayo de 2016

En el marco del ballottage entre Mauricio Macri y Daniel Scioli, mi panadero amigo comenzó a preguntarme a quién iba a votar. De algún modo, me hizo recordar el concepto de "líder local" que plantea Robert Merton en su estudio de otoño de 1943 sobre "Los tipos de influencia". Tras hacerme el boludo algunas veces -estaba seguro de que iba a votar en contra de Macri estuviera quien estuviera en frente, pero generalmente prefiero escuchar-, le pregunté a quién iba a votar él. Si bien al principio dudó, después de pagar me despidió con un guiño en el ojo: "Cambiemos, amigo".

Hace un tiempito, observando cómo se van aplicando las medidas neoliberales en el país que perjudican a la mayoría de la población -el mix despidos, aumentos de alimentos y tarifazos me parece el fuerte del avance macrista-, comencé a chicanear a mi panadero: "Al final me dijiste que votara a Cambiemos y estoy peor". Con el aumento del malhumor social decidí blanquear mi posición: "Leí algo sobre neoliberalismo e intuía que esto iba a venir. Por eso no me gusta Macri".

Justo el día en que el pan se fue a 40 pesos, me encontré con un cambio en mi panadero amigo: "¿Cómo viene esto, amigo? -y no me dejó contestar- Hoy una vieja se me puso a llorar acá en la panadería. No le alcanzaba la plata para el pan y tuvo que ir a buscar la plata que tenía guardada en el ropero. Estamos a día 18, amigo. Y las cosas no paran de aumentar". Mi panadero me siguió contando cómo había frenado los arreglos que estaba haciendo en su casa por el aumento de los materiales -"un ladrillo está 15 pesos"- y cómo no podía pagar el arreglo de la camioneta. 

Pero mucho no lo escuché: no me pude sacar la imagen de la abuela, llevándose la mano a la cara, y llorando de vergüenza e incertidumbre.


Los muertos del ajuste
24 de abril de 2016

Detrás de un número, hay una vida. Y detrás de una vida, una familia que sufre.

Yolanda Mercedes tenía 60 años y trabajaba como auxiliar docente en la escuela especial 506 de Mar del Plata. La mujer tenía un problema en el corazón y estaba en tratamiento. cuando se enteró que el Gobierno de María Eugenia Vidal le había deducido más de 6.000 pesos de su magro salario de $7.000 por adherirse a medidas de fuerza del gremio -cuando en verdad no había participado-. Frente a la noticia, Yolanda entró en un cuadro de angustia por no saber si iba a poder pagar el alquiler y la tarjeta. La auxiliar se descompuso en la escuela, sus compañeros la llevaron a la clínica y fue operada. Murió.

Esteban Latorre tenía 41 años y hace siete trabajaba en la Biblioteca Nacional. Esteban trabajaba en el sector de Higiene y Salud, y estaba de licencia médica porque en enero se había realizado un triple bypass. Según sus compañeros de trabajo, estaba angustiado por los despidos. El 21 de marzo recibió un telegrama de despido. Mientras volvía a su casa en su moto, se descompuso. Murió. Esteban tenía una hija de 6 años.

Melisa Bogarin tenía 30 años y trabajaba hace ocho en el Programa Prohuerta de Chaco que depende del INTA y del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Siendo comunicadora social, también impulsó una red de radios escolares rurales en las escuelas donde asistían los trabajadores del proyecto. Días antes, su marido, Germán, había sido despedido de la Secretaría de Agricultura Familiar. Juntos tenían una hija que hacía poquito había cumplido un año. El 13 de abril, Melisa explicaba sus miedos sobre su continuidad laboral, cuando se descompensó y tuvo un paro cardíaco. Murió cuando era trasladada al hospital.

Consultado en enero si iban a seguir los despidos en el Estado, el Presidente Mauricio Macri respondió: "Tengamos una Argentina donde cada uno de nosotros encuentre la manera y el lugar donde ser feliz".


El mendigo
18 de abril de 2016

Desde que me mudé, casi todos los días me cruzo con un grupo de señores que están sentados en la vereda. Se los ve sucios y sin ningún destino en la vida más que esperar silenciosos que pase el tiempo. Sin nadie que desee darles una esperanza en sus vidas. Y cuando digo nadie, también me incluyo, claro. 

Bajo la garúa de la noche, me cruzo con uno de ellos y lo saludo: "Hola, jefe". Como suelo hacer siempre. Pero esta vez, él vuelve sobre sus pasos para hablarme: "Disculpá, no es que te quiera pedir plata. Vos vivís por acá, ¿verdad?". Le respondo que sí y continúa: "¿Te podría pedir una colcha para pasar la noche? ¿O un abrigo? Ayer a la noche hizo mucho frío". 

Claramente está avergonzado. Y si de egoísmos se trata, ¿qué joven de clase media -cuyos padres le dieron todo- puede resistir la vergüenza de un adulto que no tuvo sus mismas oportunidades? No hace falta ser un gran ser humano para buscar en el ropero una prenda que no uso y dársela a una persona que anda en la vida siempre con la misma ropa. Lo único que le pedí fue que la cuide y que la usara todo el invierno. 

- La voy a tener siempre... Si es que no me muero. 

¿Usted se da cuenta porque tanta bronca y tanto enojo con un sistema que a unos pocos les da muchísimo, a algunos nos da para disfrutar la vida y a otros los arroja a la nada a esperar que les llegue la muerte?

15 julio 2016

Las gentes de las calles

Un día nos sorprende verlos en la esquina. Al día siguiente, nos llama la atención volverlos a ver ahí. Al tercero, mientras pensamos cuándo vence la tarjeta, nos preguntamos por qué estarán en la calle. ¿Se habrán quedado sin trabajo? ¿Los habrán echado por ocupar una casa? Al próximo, comenzamos a observarlos. Un poquito nomás. Cosa que no se den cuenta. Y en un momento nos agarra la duda: ¿cuánto tiempo más estarán con este frío? ¡Y pobres nenes! Cómo respirarán el aire frío. No se le joderán los pulmones a la nena que no tiene más de 6 años. Y así llega un día en que los naturalizamos. Esa gente está allí porque estuvo ayer y anteayer. Y siempre estará allí. Porque es gente de la calle. Gente no útil para un modelo económico que regula nuestras vidas. 

Las ciudades son violentas. Nos enseñan a endurecernos el corazón. A abstraernos del dolor ajeno. Con suerte, podemos verlos como personas porque, de lo contrario, sólo serán pobres que afean nuestras calles. No ha sido nuestra culpa, no somos responsables, no nos importan. Que la Policía haga algo. O que sigan desembelleciendo nuestras ciudades hasta que la vida -o la muerte- sepa qué hacer con ellos.

¿Qué culpa tenemos nosotros? Siempre habrá niños repartiendo estampitas, hombres sucios obstaculizando nuestras veredas y mujeres mayores mendigando dignidad. Son las telarañas de un sistema egoísta que nos enseña que el otro no importa. O el reflejo de lo que seríamos si no fuéramos útil para un sistema que fomenta la codicia y degenera la solidaridad. ¿No supieron ser exitosos en la vida? Una lástima. 

Hoy volví a pasar y ya no estaba. Nunca supe su nombre. No importa. Ya pagué la tarjeta. Ya aparecerá otro.

09 julio 2016

Bicentenario: nada para celebrar

Seamos libres y lo demás no importa nada
La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos.


A 200 años de su Independencia, la Argentina está muy lejos de ser el país que alguien podría haber soñado.
En un país que produce alimentos para más de 400 millones de personas, la pobreza supera el 30 por ciento.
La indigencia y el desempleo están en alza.
La corrupción fue avalada por la población sistemáticamente.
Cada vez se ve más gente durmiendo en la calle.
La vivienda dejó de ser un derecho para convertirse en un instrumento de especulación económica.
Mientras que las villas y asentamientos precarios avanzan en las ciudades.
Hay que trabajar más que antes para ser un salario digno.
Ya no alcanza con un trabajo por familia.
Miramos más a Estados Unidos y a Europa, que a nuestros hermanos latinoamericanos.
Y para muchos, nuestros pueblos indígenas son el pasado.

¿Qué significará ser independientes?

Hace 200 años dejamos de ser colonia de España. Pero, ¿realmente dejamos de ser colonia? ¿O, en cambio, nuestras élites política y económica no estuvieron a la altura de conducir este país? ¿Nos gobiernan para beneficiar a las mayorías o para que una minoría viva mejor a costa del resto?

Hace 200 años declaramos la independencia y dejamos de ser colonia. Hace 150 años finalizamos las guerras civiles y comenzamos a construir las bases de nuestro Estado Nación. Y hace 30 años, tras seis golpes de Estado y 30.000 desaparecidos, conquistamos la estabilidad democrática.

En pleno siglo XXI, la conquista de la generación de los nacidos en democracia debe ser la equidad y, un modelo económico sustentable y en armonía con la Madre Tierra que nos permita romper la dependencia externa. Es necesario aprender de los errores del pasado y tener gobiernos que piensen en los que menos tienen.

Independencia. Estado. Democracia. Equidad.

También es imperioso romper con el individualismo de esta etapa del modelo capitalista para ir hacia una verdadera solidaridad. Una solidaridad que vaya aún más allá de la donación e implique resignar un poquito para que un otro pueda vivir bien. Necesitaremos mucha pedagogía y mucho corazón.

Que este Bicentenario, muy lejos del que podríamos haber imaginado, nos permita repensar los "imposibles" para que se vuelvan posibles algún día.