12 diciembre 2016

¡Qué lindo es ser hincha de Boca!

Cuando era chiquito, mi abuela Nelly, la mamá de mi mamá, comenzó a cantarme "Dale Boca" con el único fin de irritar a mi viejo, Vicente. Digo eso porque, en verdad, ella era hincha de San Lorenzo y no le importaba el fútbol. Mi papá se habrá confiado en que un cantito no iba a surtir efecto porque ese es el único modo de entender que mi abuela lo haya primereado y un hincha de Riber tenga un hijo de Boca.


Gracias Carlitos. Como el caño de Román a Yepes, el tercer gol no lo vamos a olvidar nunca. Foto: Prensa Boca

El Gallina y yo Bostero, no hubo Bombonera para mí de chiquito. Aunque sí compartimos cientos de canchas con mi papá durante 15 años porque todos los fines de semana me llevaba a jugar al club del barrio y era mi primer fan: el que gritaba mis goles, el que le gritaba al árbitro haciéndome pasar vergüenza y el que me chiflaba dándome indicaciones, que para mí eran más importantes que las de mis directores técnicos.

Conocí la cancha de Boca de grande. Bastante de grande. Cuando una persona a quien guardo mucho cariño me hizo hacer socio. Usted sabe, a diferencia de otros clubes a los que les faltan hinchas, a Boca les sobran. Somos la mitad más uno de los argentinos -el pueblo y el carnaval- y no entramos en el estadio. Entonces, para poder ir a la cancha hay que pagar el abono mensual.

Hoy ya no juego al fútbol porque juego mal y me pongo triste. Nunca me gustó ver fútbol. Ni en la tele ni en la cancha: todos sabemos que está años luz de jugarlo. Pero creo que todo el mundo debería ir a La Bombonera. Por lo menos, antropológicamente. Lo que se vive ahí es increíble. Realmente. Y ni hablar si te toca un Superclásico. Como el de las bengalas y "los fantasmitas" que me tocó a mí cuando Riber volvió del descenso y todavía podían ingresar los visitantes. Porque, recordemos, Riber quemó el Monumental cuando se fue a la B. Y los grandes no descienden.


Hoy mi viejo vino a ver un superclásico a mi departamento por primera vez desde que me mudé. Lo recibí con guacamole, empanadas caseras y choripán porque sé que le gusta que le cocine. Antes del partido, la abuela Argentina dijo que iba a hinchar por Boca para que seamos dos y dos.

Festejé el primer gol en silencio y le pregunté a mi papá si estaba nervioso. En cambio, Vicente rompió la cordialidad y, gritó el primero y el segundo -mi abuela no cumplió su promesa y también festejó-, y me devolvió varias veces la cargada. Más tarde, comprobé lo lindo de ir corriendo hacia el balcón a gritar los goles como un desquiciado. 

Mi papá, Vicente, miró el final del partido con la calentura de ser Gallina y la felicidad de ver a su hijo contento. Al fin y al cabo, un buen padre hincha de Riber es aquel que acepta cambiar los roles y convertirse en hijo, por lo menos, dos veces al año.

Quién te dice pa, cuando ambos seamos más grandes, y yo papá, y vos abuelo, te preste el carnet de socio para que lleves a tu nieto a La Bombonera. Una cancha en donde no hace frío y donde la gente canta, en las buenas y en las malas. Donde no hay lugar para un silencio atroz. Quién te dice, en una de esas, vos también terminás sabiendo qué lindo es ser hincha de Boca.

Y sí. Escribí esto es para cargarte una vez más. Y para que recuerdes que te quiero mucho.