21 mayo 2014

La no Introducción

Habían pasado ya mis 88 días en tierras bolivianas. Ovidio y Carlos me llevaron en auto a la terminal de La Paz. Llovía. Les dije que desde ese momento eran mis hermanos bolivianos y me bajé con kilos de melancolía en la espalda. Subí al micro hasta Cochabamba y de ahí a Santa Cruz. El micro se detuvo en Quillacollo: esta vez yo vivía uno de los tantos bloqueos bolivianos que había estudiado. Nos bajaron del micro de noche. Cada uno tenía que arreglárselas para llegar a Cochabamba que estaba a no muchos, pero sí intrasitables kilómetros. "Pero pagué mi pasaje a Cocha", pensé. 
Bolivia es fantástico cumpa. Un microemprendedor del momento pasó con una combi y nos ofreció llevarnos por no sé cuántos pesos. Negociamos. El tipo tuvo que agarrar un camino B, medio oscuro, para llevarnos a la terminal de Cochabamba. "En cualquier momento frena y nos roban todo", pensé.
Bolivia es increíble mi amigo. Llegamos a la terminal tarde y ya no había servicios. Pero alguien vendía pasajes de un servicio no autorizado. Pagué, más tranquilo. Esperé varios minutos con algunos otros afuera de la terminal. Un micro desastrozo llegó. A la otra mañana estaba en Santa Cruz. Caminé con mis bultos como una hora con ese calor sofocante. Con tantos libros se me estaba destrozando la espalda. Pagué un hostal más caro. Me hice amigo de un yanqui. Deseaba que las horas pasaran rápido. Me levanté rápido al otro día. La memoria de mi espalda dejó de lado mi orgullo de macho y le pedí ayuda al yanqui con mis trastos. Llegué a la terminal. Le sonreí mucho a la chica de Aerolíneas y me dejó pasar todo ese peso. Esperé. Tenía la garganta sedienta de decir "Hola Pa". Y me subí al avión.
Pensé, pensé, pensé. Qué 88 días tan zarpados. Como sufrí, que sólo me sentí, cuánta precariedad viví. Cuánto viví. Eso, eso. Cuánto viví. Cuántas veces contaría esos 88 días. Todavía los estaba viviendo. Saqué mi libreta de anotaciones. "Tengo que escribir la Introducción de mi tesis", pensé. Así con toda la leche. Con Bolivia a flor de piel.
Agarré mi lapicito y escribí. Acá está. Esta es la Introducción que, por las reglas de la academia, probablemente no será.


La no introducción
Hablar de otro país es difícil, y hablar de Bolivia más.
En términos socio-políticos, el “proceso de cambio” que está viviendo Bolivia es, probablemente, el más importante del mundo: un líder indio y campesino, y un vicepresidente k’ara y marxista es una atracción fatal para las ciencias sociales.
Hablar de Bolivia es complejo y ahí radica su belleza. Analizar y estudiar un Estado plurinacional implica comprender una heterogeneidad de clivajes que trascienden las tradicionales categorías socio-económicas para complicarlo más con lo étnico-racial.
El trabajo está hecho con la humildad de haber realizado más de 50 entrevistas en el suelo de Bolivia: intelectuales, funcionarios, profesores, indígenas, periodistas y personas corrientes; de la ciudad y el campo; de la región andina y la Medialuna.
Está construido desde el sorojche y el frío de El Alto, la cordialidad geográfica de los valles de Cochabamba y el calor sofocante de los bajos de Santa Cruz.
Reconoce deudas intelectuales con Antonio Gramsci, José Carlos Mariátegui y Paulo Freire. Tiene un agradecimiento eterno con mi tutor y amigo francés, Hervé Do Alto, y conversaciones riquísimas con padrinos de tesis como Jorge Viaña, Fernando Mayorga y Helena Argirakis.
Hablar del Estado andino es difícil, y decidimos penetrar esta complejidad a partir de la categoría gramsciana de “hegemonía”. De este modo el trabajo intenta realizar un análisis político, sociológico e histórico de la construcción de poder del movimiento indígena-originario-campesino en un Estado racista, donde una minoría blanca oprimió durante siglos a una mayoría indígena. “En Bolivia hubo apartheid”, señalan algunos pensadores. Sí, lo hubo.
La Bolivia plebeya emergente es bien heterogénea, sus pensadores reconocen diversas trayectorias y las lecturas son sincréticas, complementarias y antagónicas.
El trabajo reconoce las falencias naturales de un argentino veinteañero, que, si bien realizó trabajo de campo en suelo boliviano durante 100 días, escribe y lee a miles de kilómetros de distancia. Así este estudio pretende ser un aporte al conocimiento científico de la revolución india del pueblo boliviano. Su horizonte es dar testimonio de ello y contribuir a la emancipación de los pueblos.
No intentamos hacer ciencia por la ciencia misma. Intentamos hacer ciencia para un mundo mejor. Si de algo sirve, que así sea.

Jallalla!

14.03.2012

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