21 febrero 2016

Evo sí o Evo no: una oportunidad para pensar los liderazgos

Este año, la geopolítica mundial para Latinoamérica tendrá tres ejes: a) las elecciones en Estados Unidos donde una mujer como Hillary Clinton, el "socialista democrático" Bernie Sanders y el magnate xenófobo Donald Trump tienen chances de ser presidente, b) la puja por un referendum revocatorio contra Nicolás Maduro en la República Bolivariana de Venezuela y c) la consulta en el Estado Plurinacional de Bolivia para modificar la Constitución Política y permitir que Evo Morales pueda ser reelecto indefinidamente.

En este último caso, las opiniones están enfrentadas. Están quienes piensan que el referéndum en Bolivia amplía la democracia porque supone la decisión de la mayoría del pueblo y quienes creen que es antidemocrático y antirepublicano, entendiendo que la premisa de ambas es la alternancia en el poder. 


Para ser leal con el lector, lo primero que explicitaré es mi simpatía por Evo Morales.

Una vez dicho esto, intentaré hacer un breve análisis de por qué Evo Morales llega con chances de ganar el referéndum -en este preciso momento se está votando y en algunas horas lo sabremos- después de más de una década en el poder. Algo muy difícil para cualquier presidente. 

Finalmente, y lo que más me interesa, es (re)pensar los liderazgos y la relación entre líder y masas en los movimientos colectivos y los llamados gobiernos populares.


Evo Morales y los gobiernos postneoliberales

Lo primero que diremos es que Evo Morales y Álvaro García Linera han conformado la mejor dupla gobernante de los gobiernos post-neoliberales. Un Presidente indio y un Vicepresidente que se encuentra entre los principales intelectuales de América Latina han podido poner fin a años de modelo económico neoliberal en Bolivia iniciado en 1985 y corregir el patrón de acumulación.

Algo que le debe quedar claro a todo habitante de Latinoamérica es que el neoliberalismo es un proyecto económico a favor de las corporaciones y en detrimento de los pueblos. Y que esta ha sido la causa de la llegada de gobiernos "populares", "populistas", "progresistas" o como usted prefiera llamarlos.

En este sentido, el Gobierno indígena-originario-campesino puso al Estado por encima del capital y mejoró los índices de redistribución del ingreso, disminuyendo la pobreza y la indigencia. Esto está muy bien explicado por el pensador Atilio Borón. Sin embargo, a diferencia del kirchnerismo en Argentina y el chavismo en Venezuela, el "Proceso de cambio" boliviano ha llevado
un sólido manejo macroeconómico. A partir de la nacionalización de los hidrocarburos, Bolivia olvidó los déficits crónicos y tiene superávit recurrente, su Producto Bruto Interno se triplicó y sus reservas son una de las más altas del mundo en relación al PBI.

Tan temido al comienzo, el “proceso de cambio” fue elogiado por el FMI y los medios de comunicación. 
Se mejoró la vida de los que menos tienen sin un descalabro económico que provocara déficit fiscal e inflación.

Evo Morales y el liderazgo 

En "El político y el científico", el sociólogo alemán Max Weber clasifica tres tipos de legitimaciones básicas del dominio: el tradicional, donde la autoridad es fruto de un sometimiento habitual e inmemorial; el carismático, basado en la gracia extraordinaria, la confianza y la devoción en una persona; y el legal, validado por las obligaciones acordadas y la competencia bajo reglas creadas racionalmente. 

Siguiendo estos tipos ideales vemos que el presidente indio articula los tres liderazgos de Weber. El liderazgo carismático le permitió al cocalero construir poder en los sindicatos del Chapare hasta convertirse en un líder nacional. Tras siglos de segregación, en las elecciones de 2005 lo indio fue un legitimador: heredó el liderazgo tradicional indígena de Tupac Katari para los aymaras y del Inca para los quechuas. Finalmente, una vez elegido por el 53,74%, su liderazgo sería un dominio legal que se consolidaría por una legitimidad de ejercicio.

Siguiendo la lógica campesina e indígena, Evo Morales ha hecho de la austeridad y el sacrificio una política de Estado. Su experiencia como sindicalista le permite ser un gran articulador entre los heterogéneos intereses que conforman la alianza de Gobierno. Para ello necesita su cualidad más importante: el olfato político.

Evo Morales y la hegemonía

Veamos con un poco de profundidad. ¿Cuáles son los cambios que ha llevado a cabo el Gobierno de Evo Morales? Retomando los resultados de mi tesis de maestría El Nuevo Estado Boliviano: la construcción de hegemonía plantearé que la llegada del movimiento indígena-originario-campesino al Gobierno ha logrado construir hegemonía social y cultural, y hegemonía política. Sin embargo, no se percibe lo mismo en la economía dado que aún mantiene una supremacía capitalista y extractivista.

a. La hegemonía social y cultural: tras siglos de racismo, violencia simbólica y la interiorización de la superioridad del otro, con la llegada de un indígena al Gobierno, la sociedad civil boliviana ha llevado a cabo una ruptura cognitiva que es irreversible. El horizonte de expectativas de las clases subalternas se ha trastocado radicalmente. Los indígenas y campesinos son hoy actores protagónicos de la vida cotidiana y conquistan cada vez más espacios en los que antes estaban excluidos. El Estado Plurinacional de Bolivia que nace con la nueva Constitución Política del Estado logró desmontar la naturalización de la sociedad jerárquica y señorial, es plural y persigue la equidad. Actualmente, la autovaloración y autoestima de lo indígena y lo campesino es una realidad.

b. La hegemonía política: se vive un fortalecimiento de la democracia a partir de la ruptura del statu quo y la participación de sectores que tradicionalmente habían estado marginados de la dirección del aparato del Estado. La nueva elite de Gobierno es indígena, originaria, campesina, popular y más joven que la anterior. La ruptura cognitiva expresada en la sociedad civil también llega a la sociedad política dado que se rompe la lógica del “funcionario público” y “meritocracia”, por la de “servidor público” de la tradición indígena. Mientras antes lo occidental aplastaba a la cosmovisión originaria hoy se intenta abordar una complementariedad entre ambas filosofías.

c. La hegemonía económica: con el apoyo del pueblo, el Gobierno de Evo Morales puso fin al neoliberalismo y su dependencia de la ayuda exterior a partir de una medida clave: la nacionalización de los hidrocarburos que permitió un aumento de la carga impositiva sobre la renta petrolera y la dirección con la posesión del 51% de las acciones. De este modo comenzó un proceso de redistribución de la riqueza y ampliación de derechos económicos, sociales y culturales a partir de bonos sociales, la inversión pública y, el saneamiento de tierras.
Sin embargo, no se ha tocado los intereses de los grandes grupos económicos y, por el contrario, les ha permitido hacer grandes negocios. La industrialización sigue estando ausente y la lógica extractivista permanece intacta. A pesar de la retórica anticapitalista, no hay una planificación económica alternativa ni la búsqueda del suma qamaña o la economía plural, sino un intento de aumentar la presencia estatal vía capitalismo de Estado. Ha habido un cambio “en” la estructura a partir de una mayor intervención estatal y la redistribución del ingreso.

Evo Morales y su relación con el pueblo

La primera sensación que tuve sobre el liderazgo de Evo Morales allá por 2010 se puede graficar con un iceberg: sólo podemos ver la punta que significa entre el 10 y el 20 por ciento de su totalidad, el resto permanece invisible bajo el agua, pero es vital para su conformación. O sea, Evo era la punta visible bajo la cual se encontraba la mayoría popular invisible. La existencia de las masas era vital para el Gobierno.

En mi tercera visita comprobé que la relación entre líder y masas había comenzado a variar. A partir de la tesis del "evismo" propuesta por Álvaro García Linera, la nueva imagen que representa esta relación es la de una pirámide invertida. Es decir, desde el Gobierno se intentó cambiar la correlación de fuerzas entre líder y masas para que todo el movimiento indígena-originario-campesino recayera en los hombros de Evo.

Creo que esto ha sido un grave error.

El verticalismo y el hiperpresidencialismo han sido rasgos de sus últimos años al frente de la Presidencia.

Hacia un poder dulce

Más allá de nuestra admiración por Evo Morales, resulta incoherente que movimientos colectivos dependan del liderazgo de una única persona. ¿Qué pasaría si el día de mañana ese líder no está? La experiencia venezolana debería ser una lección para los movimientos populares latinoamericanos.

Evidentemente, el poder distancia a los líderes de sus pueblos y muchas veces nubla su visión de la realidad. Apelando al romanticismo, diremos que el poder les desgarra el almita. 

Asimismo, se posterga o detiene el surgimiento de nuevos líderes que puedan seguir conduciendo el proceso a través de reformas y políticas ingeniosas que continúen persiguiendo sociedades más equitativas.

En el caso de Bolivia, las figuras del Canciller, David Choquehuanca, y el Ministro de Economía, Luis Alberto Arce Catacora, bien podrían ser los líderes de una nueva etapa de este Gobierno de los movimientos sociales.

En resumen, creo que el pueblo boliviano debería votar por el "no" en este referéndum y elegir una nueva conducción del "Proceso de Cambio" en 2019 que continúe y radicalice las reformas.

Pero esta opinión no le importe a nadie. Lo que verdaderamente importa es ver qué destino elige el pueblo boliviano que tan bien lo ha hecho en los últimos años.


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